Tras varios días de ausencia blogística escribo el que será el último capítulo de la Nantong Experience.
Decir que no me ha importado estar 12 días más de lo normal, lo que me ha molestado ha sido que han sido 12 días de agosto. Porque la locura de este astillero me la he tomado con mucha calma y he tenido la oportunidad de recorrer bastante bien la ciudad.
Hace unos días, no recuerdo exactamente cuántos, tuvimos maniobra. A las 7 am largamos las amarras y nos separamos del barco al que nos encontrábamos abarloados, para esperar en el fondeadero hasta las 12. En ese intervalo de tiempo, desatracaron los otros 2 barcos y cuando el muelle quedó libre atracamos nosotros al muelle y los otros 2 barcos atracaron después abarloados a nuestro costado de babor. Así estamos desde hace varios días, más cómodo para bajar al muelle.
A parte de aquel día que me pateé la ciudad, el lunes 6 de agosto fuimos a visitar un parque formado por un puñado de templos budistas. Los templos se iban alzando unos tras otros en una colina repleta de árboles, hasta culminar en lo más alto en la Zhiyun Pagoda, que desafortunadamente se encontraba andamiada por obras. Por cierto que el andamio era otra obra de arte, porque estaba construido íntegramente con cañas de bambú.
Como hacía muchísimo calor, la subida la hicimos en un teleférico y después visitamos el resto del parque en sentido descendente. La excursión la hicimos el otro 3º de cubierta y yo, y la taxista que nos llevó desde el astillero hasta el parque, ya que quedaba un poco retirado. La invitamos al parque con nosotros, así nos hacía de interprete y de guía. Estuvimos más de 2 horas en el parque haciendo fotos y más fotos.
Luego le dijimos a la taxista que nos llevara a una tienda donde comprar recuerdos típicos de China. Nos llevó a una tienda-almacén que conocía ella, bien metido en la ciudad. Nosotros alucinando con el tráfico. Compramos unos recuerdos bien bonitos y después le pedimos a la taxista que nos llevara a cenar a un sitio típico del lugar. Estuvimos en un restaurante al que ella solía ir a cenar alguna vez.
Era curioso porque no tenía un comedor con un montón de mesas, sino que eran habitáculos individuales con una gran mesa redonda. Toda la gente nos miraba, debíamos ser de los pocos occidentales que entraban a ese restaurante, y luego entendimos por qué. La carta estaba toda en chino. Nos fiamos de la taxista y la dejamos elegir a ella.
Y bueno, en contra de lo que se pueda creer, estaba todo buenísimo. La camarera iba sacando platos y más platos que iba colocando en el centro giratorio de la mesa. Tras un intento fallido de cenar con palillos chinos, pedimos cubiertos y al ataque.
Pepinos troceados en salsa gelatinosa de no sé qué, muy ricos.
Trozos de yo qué sé qué gelatinoso, a lo mejor algas, en salsa super rica.
Gambas a la plancha.
Pato a la pekinesa, trozeado con crepes y salsa de algo muy bueno.
Sopa de almejas, rica rica.
Ternera trozeada con otra salsa exquisita.
Un bol enorme de arroz con verduras y diferentes salsas para combinar.
Tortitas de maíz azucarado.
Melón y sandía.
Igual me olvido de algún plato. Quedamos saciados y sobró bastante comida, pero la taxista le pidió a la camarera que la metiera en unos taper y se la llevó. Después ya le dijimos que nos llevara de vuelta al barco. Tarde completa.
El martes 7 de agosto cambié la guardia de 8 a 12 de la tarde con el otro 3º y salí después de cenar para ver la ciudad por la noche, porque está espectacular con toda la iluminación. Además pude ver el espectáculo de luz, agua y música en la plaza principal. Hice otro montón de fotos y por el camino vi una tienda de instrumentos, que estaba cerrada. Me recordé que antes de marchar tengo que comprar una flauta china de recuerdo.
Ayer jueves salí expresamente a la tienda de música. Llamé por teléfono a la taxista y la enseñé una fotocopia de unas flautas chinas. Ya me entendió y me llevó a una tienda de instrumentos. No era la que yo había visto pero tenía de todo lo que andaba buscando. Había un montón de flautas diferentes. Las dependientas me enseñaron unas cuantas. Todas traveseras. Yo no sabía ni por dónde se soplaba ni qué agujeros había que tapar con los dedos. Así que llamaron al maestro.
El maestro estaba en el piso de arriba dando clase a los chavales. La dependienta subió a avisarle. Ya me los imagino. Oye que abajo hay un blanco que no tiene ni idea y quiere comprar una flauta. Interrumpió un momento la clase y bajó. Me explicó que el tamaño de la flauta va en relación al tamaño de las manos, así que sacó una de unos 60 cms de largo. Me enseñó por dónde se sopla y los agujeros que se tapan y se puso a tocar.
A C O J O N A N T E. Cómo sonaba y cómo tocaba el tío. Y además de sonar chino total es muy bonita. Así que volví todo contento al barco.
Y nada, hoy ya he ido preparando la maleta, lavando la ropa para guardar, y dejando todo en orden para el relevo. Mañana día 11 de agosto será mi último día, yaujuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuaaaaaaaaaa!!!!!
El domingo a las 5 de la mañana tenemos que ir en coche hasta Shanghai, unas 5 horas!
El vuelo sale a las 11:20 y llega a París a las 17:30, hora francesa.
El vuelo de París a Bilbao sale a las 18:20, así que tenemos el tiempo un poco justo. Esperemos que no haya retrasos en el primer vuelo y pasemos el control de pasaportes rápido. Estaremos llegando a Bilbao, si todo va bien, a las 20:00.
NOS VEMOS EN PIJAMAS! OJALÁ.
Jon.